martes, 19 de febrero de 2008

jueves, 7 de febrero de 2008

Leyenda de ajedrez

El ajedrez es un juego muy antiguo. Lleva muchos siglos de existencia y por eso no es extraño que se hayan inventado sobre él, diferentes leyendas de cuestionable veracidad, las cuales son difíciles de comprobar debido a su antigüedad.
El juego del ajedrez lo inventaron en la India. Cuando el rey hindú Sheram tuvo noticia del mismo, se maravilló de lo ingenioso y de la variedad de posiciones que en él eran posibles. Al conocer que el inventor era uno de sus súbditos, el rey requirió su presencia con objeto de recompensarle personalmente por su buen invento.
El inventor, que se llamaba Seta, se personificó ante el soberano. Era un sabio ataviado con modestia, que podía vivir gracias a los medios que le suministraban sus alumnos.
– Seta, quiero recompensarte por el ingenioso juego que inventaste – le dijo el rey.
El sabio respondió con una reverencia.
– Soy lo bastante poderoso y rico como para poder otorgarte tu deseo más anhelado – continuó diciendo el rey–. Exprésame una recompensa que te satisfaga y la recibirás.
Seta permaneció callado.
– No seas apocado – le animó el rey-. Dinos tu deseo. No escatimaré en gastos para satisfacerlo.
– Grande es su condescendencia, soberano. Pero deme un corto plazo para pensar la respuesta. Mañana, tras profundas reflexiones, le transmitiré mi petición.
A la mañana siguiente Seta se presentó de nuevo ante el soberano y lo dejó maravillado con su petición, sin precedente alguno por su modestia.
– Oh rey – dijo Seta–, ordene que me den un grano de trigo por la primera casilla del tablero de ajedrez.
– ¿Un sólo grano de trigo? – inquirió sorprendido el rey.
– Sí, soberano. Por la segunda casilla, ordene que me den 2 granos; por la tercera, 4; por la cuarta, 8; por la quinta, 16; por la sexta, 32…
– Basta – le cortó el rey enfadado –. Se te entregará el trigo correspondiente a las 64 casillas del tablero, en acuerdo con tu deseo; por cada casilla, doble cantidad que por la precedente. Pero debes saber que tu petición es indigna de mi bondad. Al pedirme tan ínfima recompensa, menosprecias, irreverentemente mi benevolencia. Y como sabio que eres, podrías haber dado mayor prueba de respeto ante la generosidad de tu rey. Ya puedes retirarte. Mis lacayos te entregarán el saco con el trigo que necesites.
Seta sonrió, abandonó la sala y se quedó esperando en la puerta exterior del palacio.
Durante la comida, el rey se acordó del inventor del ajedrez y envió para que se enteraran de si habían entregado ya al reflexivo Seta su mezquina recompensa.
– Soberano, tu orden se está cumpliendo – fue la respuesta–. Los matemáticos de la corte calculan el número de granos que le corresponde.
El rey frunció el ceño. No estaba acostumbrado a que tardaran tanto en cumplir sus órdenes.
¿Cuántos granos debían entregar a Seta?